El día que se decidió a conocer el mundo –ya frisaba los 40-, en el límite de la villa se bajó sofocada del bus, crisis de pánico con vómitos y todo.
Ana no conoció un cine.
Ni un museo.
Ni siquiera una plaza donde se enamoran los muchachos.
Nunca visitó el Mercado Central, el barrio Meiggs o la Quinta Normal.
Menos anduvo en Metro.
No supo qué color tiene el mar y o el olor de los bares clandestinos.
Las catedrales le fueron desconocidas y nunca viajó en tren, avión o barco.
No le interesaba ir a un Mall o al Persa Bío-Bío, delicia de coleccionistas y anticuarios.
Cuando la conocí no vi en ella nada anormal, era pacífica y risueña. No quería conocer nada del mundo más allá de su trozo de terreno donde era perfectamente feliz, criaba sus tres hijos, amasaba su pan, cultivaba todo tipo de hierbas y flores, cantaba en una pequeña capilla y sagradamente caminaba las tres cuadras con sus niños al colegio.
Según mi opinión su vida era incompleta.
Según ella, tenía todo lo que quería.
Y posiblemente -debo conceder-, el tiempo le ha dado la razón.
--------------------------------------------------------------------
"También vi que el que corre más rápido
no siempre gana la carrera;
el ejército más poderoso
no siempre gana la batalla;
el más sabio
no siempre consigue dejar de ser pobre;
el más astuto
no siempre consigue hacerse rico y
una persona educada
no siempre recibe la recompensa que merece.
Todos tienen sus buenos y malos tiempos.
Eclesiastés 9:11(PDT)
---------------------------------------------------------------------
(Fotografía del Cajón del Maipo)
Tal vez tenía lo más importante. Un beso.
ResponderEliminarBueno, Ojo Humano, es difícil saber quién de las dos tenía razón. Yo a veces sufro -ya los sabes- por no viajar a Roma o a otras ciudades bonitas, siento que mi vida es incompleta. Pero luego, al ver un bonito atardecer sobre los tejados de Madrid, al pasar un día sin ningún dolor o preocupación, al recibir la llamada de un amigo del que no sabías hace mucho, sientes que tu amiga tenía razón: hay pocas cosas importantes, todas están cerca de uno.
ResponderEliminar"Sagradamente": qué bella palabra.
Eso decía ella, Susana.
ResponderEliminarUn abrazo.
Fernando, así es. Tal vez todos tenemos algo de eso y necesitemos no tanto viaje o taaaanto de la oferta mundial. Pero también es lindo viajar, conocer y compartir. Aunque yo tampoco viajo mucho, me gusta Santiago, estas vacaciones me he dedicado a conocerlo, hay realmente unas bellezas, sin duda no tanto como las de Madrid (o Roma), pero para mi está muy bien.
ResponderEliminarLa cosa está en qué le hace a una feliz. ¿Por qué decidió un día, conocer el mundo? ¿Se habrá conformado porque se sentía confortada o porque se sentía incapaz? ¿Se habrá resignado como "cambiar de signo" (significado) o como adaptarse a lo que hay por miedo a volver a intentar? El tema me resulta interesante.
ResponderEliminarEstimada Silvia, en realidad nosotros le contamos de lo que se había perdido, sintió curiosidad. No fue suficiente, salir del lugar le daba vértigo.
ResponderEliminar