¡Qué cosas!
La Fragata Portuguesa nos dejó sin playa, el Pacífico parece que nos tomó tirria.
No termina de armonizar el verano con los veraneantes.
Más de 4.000 kms. de costa y sin posibilidades de darse un chapuzón en el mar, digo, la tina del baño siempre estará disponible.
¿Por qué este año ha sido tan caprichoso y taimado?
Algunos dicen “por el cambio climático”
Otros por las tormentas en el hemisferio Norte.
Una amiga ha llegado a sugerir que alguien nos echó “un mal de ojo”, porque tú sabes, en Chile si de opiniones se trata, proliferan tantas como chilenos hay.
Marejadas más, marejadas menos, el calor nos ha bendecido con frutas a mil, ha sido un tiempo pródigo, sandías enormes, melones como almíbar, uvas, frutillas, tomates ¿qué importa si no podemos darnos una zambullida de agua salada?
Para algunos ha sido difícil, para otros la oportunidad de diversificar intereses y sacar beneficios de una imprevista temporada. La montaña, habitualmente hermana menor de la playa ha sido descubierta en su paisaje encantador, sus villas llenas de buenas costumbres y ricos sabores, su gente apacible y sencilla.
Toda una sorpresa turística.
Como reza aquel dicho “No hay mal tan malo que no resulte algo bueno”
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«Digno eres, Señor y Dios nuestro,
de recibir la gloria, la honra y el poder,
porque tú creaste todas las cosas;
por tu voluntad existen
y fueron creadas.»
Apocalipsis 4:10
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