¡Cuidado! - me grita mientras conduzco entre las calles llenas de barricadas-, pasaste sobre una pila de “miguelitos”, agrega asustada.
Ni los vi, le respondo, tampoco conozco esos famosos clavos pincha-ruedas.
Ha pasado algún tiempo desde aquella noche de protestas. De regreso a casa me topé con la avenida atestada de neumáticos quemándose, muchachos gritando, humo y olor pestilentes.
Salimos de allí sin un rasguño, ni siquiera se pinchó un neumático, pura gracia y protección de Dios.
Despido unos amigos en la puerta de casa.
Junto a las hojas otoñales, imitando una entre todas está un miguelito, nada de inofensivo.
Usado en protestas políticas en los años de dictadura, vino a derivar a manos de delincuentes para impedir la persecución policial durante asaltos a bancos.
Según los historiadores es un invento de los romanos.
Y yo que pensé alguna vez que eran producto made in Chile, ¡vaya!, la creatividad nos está fallando.
Lo coloco sobre mi escritorio, me recuerda que la vereda no es tan pacífica con su bucólica imagen de hojas semi secas esparcidas por todos lados. Hay peligros que asechan, aun en la puerta de nuestra casa, disimulados por la oscuridad y la sombra de los árboles.
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El Señor mediará entre las naciones
y resolverá los conflictos internacionales.
Ellos convertirán sus espadas
en rejas de arado
y sus lanzas en herramientas para podar.
No peleará más nación contra nación,
ni seguirán entrenándose para la guerra.
Isaías 2:4 (NTV)
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¿Cuándo se cumplirá esta promesa?