El día de su funeral esperamos más de dos horas, según explicó su familia, había ordenado que nadie la viera sin acicalarse como es debido, causa primaria de la impuntualidad.
- ¡ Jamás saldré a la calle sin maquillaje !, me dijo un día.
Cuando se dignó a aparecer hasta el clérigo se había dormido en un asiento, el cementerio había cerrado y las plañideras ya no tenían lágrimas.
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Hay una temporada para todo,
un tiempo para cada actividad bajo el cielo.
Un tiempo para nacer y un tiempo para morir.
Un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar.
Eclesiastés 3:1-2
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