Voy al barrio Meiggs y YA es Navidad.
Leo mi revista favorita y todas las sugerencias son qué regalar esta…Navidad.
Llego a la clase de niños y ensayan…sí, adivinaste, canciones de Navidad.
Con razón al día siguiente del 25 de cada diciembre las personas se vuelven locas con las predicciones de Año Nuevo, las fiestas, los fuegos artificiales y eso de comer lentejas, usar ropa interior amarilla y brillar con los labios rojo-pasión. Los pobrecitos quedaron saturados de viejos pascueros de barba blanca y toda la parafernalia de papeles plateado-morado-dorado-grana y verde. Pasarán un año sin oír, ver, oler o comer algo que les recuerde las fiestas navideñas.
Y, claro está, sin hablar de Jesús.
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«Soberano Señor...
He visto tu salvación, la que preparaste para toda la gente.
Él (Jesús) es una luz para revelar a Dios a las naciones,
¡y es la gloria de tu pueblo Israel!».
Evangelio de Lucas 2:30-32
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