viernes, 16 de febrero de 2018

Peruanos, cubanos, haitianos, venezolanos, chinos, coreanos, etc.

“No oprimirás al extranjero, 
porque vosotros conocéis los sentimientos del extranjero, 
ya que vosotros también fuisteis extranjeros 
en la tierra de Egipto.” 
Éxodo 23:9
Estoy por creer que Chile es el Paraíso terrenal.
¿Será?
Los cubanos que conozco están fascinados con la Internet libre, rápida y sin restricciones.
Navegan por el mundo virtual a sus anchas.
Los haitianos adoptaron a mi amigo higienista y disfrutan la cantidad y variedad de productos para cocinar, en especial en las ferias de verduras que son más económicas y frescas.
Los venezolanos sufren un poco con la temperatura de invierno, aparte de eso están felices que haya trabajo, techo y alimento, a pesar de tener todavía familia en Venezuela. Sus esperanzas son traerlos.
Los chinos y coreanos nos adoptaron como clientes.
El chileno medio se ha convertido en fan de sus sabores. Me han regalado un calendario especial, adquiero condición de “clienta frecuente”, una relación sonriente cuando no nos entendemos en español, porque yo, de idiomas, la nada misma.
Eso es a simple vista.
Tal vez haya otra realidad, subterránea y cruel. La de haitianos vendiendo agua o golosinas en las esquinas. Se dice que fueron traídos subvencionados y una vez aquí los dejaron a su suerte.
Se dice que viven en guetos verticales.
Se dice…
Mi amigo de Haití nos cuenta de sus tres hijos pequeños que están a miles de kilómetros, su esposa que hace correas y la nostalgia que siente por ella, él con mil trámites y papeleo para lograr un trabajo con contrato. Aun así está contento, se sostiene en la fe y la esperanza.

 No he sufrido la experiencia de ser extranjera. Apenas viajé un par de veces a Tacna (Perú), esos tours tan breves no permiten profundizar en la idiosincrasia local ni desarrollar relaciones con los lugareños.
Mi ánimo es tratar a los inmigrantes con suma delicadeza, "excesiva consideración" –dicen mis amigas-, pienso que es muy mortificante estar lejos de tu patria, tu hogar ancestral, tus costumbres, a veces han dejado en su tierra toda la familia. Conocí una señora que tiene sus hijos en su Venezuela querida, gracias a Dios, me dice, existe Whatsapp gratuito.




(Fotografía tomada de la web, edificios modernos, departamento pequeño para vivir)

4 comentarios:

Susana dijo...

Es muy duro dejar tu país aunque estés bien en otro. Un beso.

Fernando dijo...

Es una situación muy triste, Ojo Humano. Es una tragedia abandonar tu país, tus costumbres, tu familia. Pero encima se llega a un lugar donde te consideran inferior, donde vas a realizar los trabajos que no quiere hacer ningún chileno, ningún español.

Es buena la cita que traes. Sí, los extranjeros que viven entre nosotros son Jesús mismo, una prueba para nuestra caridad. Ojalá tengamos corazón para tratarles con amor.

ojo humano dijo...

Susana, imagino que cuando se deja la familia es más difícil, o si no puedes volver.
Un saludo.

ojo humano dijo...

Eso, Fernando, es lo peor, realizar trabajos desgastantes por un sueldo mínimo y a veces menos del mínimo.
Las políticas de migración deberían revisarse, por lo menos en Chile y con los ciudadanos haitianos.
En nuestra comunidad evangélica tratamos de ayudarlos lo más que se pueda. Y sentirse integrado ya es una ayuda.